sábado, 26 de noviembre de 2011

Una gran oportunidad... ¿Perdida?

Estamos viviendo un momento histórico en el panorama internacional. Los cambios de régimen se suceden de manera vertiginosa en el llamado mundo árabe. Uno tras otros los dirigentes de los países del Norte de Africa y Oriente Medio son depuestos. La mayoría de ellos se han comportado como tíranos con sus conciudadanos y han estado al frente de gobiernos corruptos. El último en caer ha sido Saleh en Yemen. En el aire está el destino de Bashar al Asad en Siria.

Todo ello abre una vía a la esperanza pero también a la preocupación. No es fácil hacer una transición a un régimen democrático de manera ordenada y pacifica. La ausencia previa de un sistema con partidos políticos libres y de una tradición democrática dificulta la generación de un nuevo panorama de opciones. Las corrientes de pensamiento tienen que estructurarse como partidos, elegir líderes y presentarse ante los ciudadanos como una opción de gobierno. Hay una excepción: los grupos o partidos islamistas. De una forma u otra las organizaciones con este ideario han existido al menos en el terreno reservado a asuntos religiosos. Existe también una conexión transnacional de estos grupos. Por ello no sorprende que sean de inicio los potenciales candidatos a ocupar el poder. Las últimas elecciones en Túnez y Marruecos así lo manifiestan. No solo eso. En un momento en el que las ideologías políticas tradicionales están en crisis en Europa, no hay un modelo nítido de opciones de Gobierno. Por el contrario el Islamismo se presenta con una ideología preconfigurada por las creencias religiosas, muy arraigadas en gran parte de la población. Estos grupos cuentan en su haber con el no haber sido participes de la corrupción de los gobiernos anteriores, e incluso haberla denunciado.

Un panorama muy distinto del de la España de la transición. En ese caso pese a la no existencia de un espectro político durante la dictadura franquista, nuestros vecinos europeos delimitaban claramente las opciones sobre las que tendría que fraguarse el nuevo sistema: democracia cristiana, liberales, socialdemócratas, comunistas. Estos últimos gozaban de una estructura clandestina preexistente y un historial de lucha anti-franquista que sin duda contribuyó a sus buenos resultados electorales.

De vuelta al mundo árabe tras la obligada referencia local, es patente que las circunstancias históricas y geográficas son muy distintas. Debo aclarar que la eventual victoria de los partidos islamistas en elecciones de los nuevos regímenes no debe verse como un peligro per se. Obviamente no simpatizo con idearios políticos basados en creencias religiosas. Pero lo mismo debe aplicarse a democristianos, judios ortodoxos u otras situaciones parecidas en Occidente. Lo verdaderamente importante es que los nuevos sistemas se blinden con una constitución y legislación laica ante eventuales deseos de imponer creencias al resto de la ciudadanía. Sería un desastre que el modelo iraní se exportara a alguno de los países en transición. Una situación muy distinta es la de Turquía con una democracia-islamista en el poder desde hace algunos años.

Un factor importantísimo en el devenir de este área del Mundo, es el comportamiento de los países occidentales en ella. En el lado positivo está el apoyo prestado de una u otra forma a la oposición al anterior régimen, determinante en el caso libio. No obstante, no nos deben extrañar las reticencias que la población tenga frente a Occidente. Pese al discurso hipócrita,
el eje de la política occidental en esta y otras áreas ha sido la defensa de sus intereses geopolíticos y económicos. Los ciudadanos lo saben. Ahí están todavía regímenes dictatoriales donde los tiranos "amigos" gozan del beneplácito y apoyo de nuestros gobernantes a cambio
de dar acceso a los grupos económicos occidentales a los recursos naturales del país o servir de peón en el diseño de alianzas en esta región. Europa y Estados Unidos tienen una oportunidad única para reivindicarse con un apoyo económico a los nuevos regímenes que acabe trasladándose a una mejora en el bienestar de los ciudadanos. Esa sería la mejor propaganda para poder exportar el modelo occidental a estos países.

¿Se va a hacer? Lo espero y deseo, pero tengo mis dudas. Desde luego, resulta mas barato comprar el favor de los dirigentes con dádivas y comisiones que el de la población. El problema es que en un régimen en el que los dirigentes son puestos y depuestos mediante elecciones libres, es el sentir de la población el que resulta determinante. La revolución iraní también sirve de referencia sobre los peligros de dar soporte a un tirano amigo. Desgraciadamente no estoy seguro de que la actuación correcta dependa tan solo de la buena voluntad de los dirigentes occidentales. En este momento muchos nos preguntamos quien manda de verdad
en Occidente. Los grandes grupos económicos parecen estar por encima de los Gobiernos y, cuando menos, condicionan la libertad de éstos para tomar medidas. Por otro lado, ya conocemos la ideología de estos grupos. Sus objetivos son la maximización de beneficios a corto o medio plazo. Poco importa dejar un legado de dificultades en forma de crisis, daños irreparables al medio ambiente y miseria. Estos factores no se presentan en la cuenta de resultados.

Así pues , mantengo un sano escepticismo sobre el papel que Occidente jugará en la reconstitución del panorama del nuevo mundo árabe. Espero que se imponga el buen juicio y con ello se ayude a conformar un mundo mas justo y mas estable. Por supuesto que el papel mas importante lo habrán de desempeñar los ciudadanos de los países del área. La integración étnica y religiosa, los niveles de educación y las condiciones económicas son factores que afectan especialmente al futuro curso de los acontecimientos. Tengo gran esperanza en el caso de Túnez. No por casualidad fue el primero en sacudirse el jugo de su dictador. Egipto y Libia son dos casos muy diferentes entre sí y distintos del caso tunecino. En Libia, poseedora de grandes recursos petrolíferos, es donde la codiciosa garra de los intereses occidentales es mas proclive a intervenir. En Egipto hay muchos factores internos de riesgo, que estamos viendo como aparecen como factores desestabilizadores: el ejercito, las rivalidades religiosas, la mala situación económica. Esperemos que se acabe imponiendo el efecto de una larga cultura milenaria con enormes vínculos con la cultura del Mediterráneo norte, de la que Occidente es heredera.

Es una gran oportunidad. Espero que todos estemos a la altura.

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