martes, 11 de febrero de 2014

¿Corrupción? Que va!

Resulta llamativo que en una reciente encuesta de la Unión Europea un altísimo porcentaje de ciudadanos se declaren convencidos de la existencia de una corrupción generalizada. España figura entre los que mas personas piensan así (95%). Es un  dato que debería preocupar a los políticos, si tuvieran vergüenza. A mi me parece halagüeño: la gente no es tonta. Tiene mas valor que el informe Pisa. En realidad, la experiencia me demuestra que una altísima proporción de la población tiene valores y valor. Varios colectivos de la sociedad española se han movilizado para evitar el desmantelamiento de la sociedad del bienestar, que debería llamarse la sociedad de la solidaridad. La sanidad pública, gracias en parte a la receptividad y el coraje de algunos jueces, ha ganado su batalla en  Madrid. Sin ese esfuerzo de movilización todo habría pasado y habríamos subido un importante peldaño mas en ese movimiento hacia la privatización de los beneficios y la socialización de las perdidas. Me da cierta envidia desde la perspectiva del mundo universitario que no ha sido capaz de luchar por evitar la progresión hacia una universidad para los ricos.

Pero, en fin, si escribo esto no es para decir lo que todo el mundo sabe. Obviamente, quiero aportar algún matiz no necesariamente universalmente aceptado en esa descripción. Quiero separar lo anecdótico de lo estructural. Anecdótico es, por ejemplo, que varias personas del entorno de la casa real hayan pretendido aumentar su patrimonio participando de la orgía del pelotazo, uno de cuyas máximos exponentes se centraba en la cuenca mediterránea. Como yo no soy sujeto pasivo de la cultura puritana, no considero tan grave el hecho individual de la conducta inapropiada e inmoral. Me preocupa mucho mas el problema institucional de que la justicia se deforme de manera esperpéntica para dar soporte o impunidad a estos hechos y muchos otros. Es una película cuyo final está claro de antemano y que no es el resultado de la debilidad ante la tentación de individuos concretos, sino una corrupción de la institución en sí. Ya nos sabemos el guión. Se trata de dar aura de legalidad a la impunidad. Para ello existen varios mecanismos que  hemos visto previamente: primero están los abogados caros, que consiguen que los poderosos queden exentos de cargos. No sabemos que extraño magnetismo ejerce la verborrea de dichos profesionales para conseguir que los jueces vean los hechos de la forma que ellos lo presentan. Al fin y al cabo, los jueces son humanos y no es lo mismo llevarle la contraria al poderoso que al indefenso. En otros casos, está el garantismo, cuya aplicación dista mucho de ser universal. Cuando la fuerza de las pruebas es innegable siempre queda la opción de invalidar el procedimiento o las pruebas mas importantes por defectos de forma o en su caso por prescripción de los hechos. Si estos resquicios no existen o se topan con un juez integro, que también existen, aparece la retahíla de innumerables recursos incluyendo en algunos casos el tribunal constitucional. Con los costes judiciales dicha trayectoria es mas viable para los ricos que pueden seguir pagando a sus abogados y toda la tramitación. Las altas instancias están mas politizadas y exentas de  jueces "celosos" de la aplicación estricta de la ley. El tiempo ayuda mucho. Puede que se muera de viejo o se ponga enfermo el  condenado y la pena quede sin aplicación. Pero el tiempo sin duda cura un mal: la alarma social. Algo parecido a "Que nos están mirando! Que no se note demasiado!". La memoria de los ciudadanos es flaca y la de los periódicos y medios lo es aun mas. Cuando el tiempo ha pasado y hay otros asuntos "urgentes" que ocupan los titulares, aparece el penúltimo recurso: el indulto. Una facultad discreccional con la que el poder ejecutivo interviene de manera radical en la administración de justicia
cercenando las bases de la separación de poderes. Una vergüenza que los gobiernos de cada signo han utilizado para pagar favores. ¿Porque dije la penúltima? Porque luego aparece la ley penitenciaría en la que se conceden beneficios penitenciarios de acuerdo a criterios que no están sujetos al rigor de las sentencias. Alguno que otra pasa una vacaciones en la carcel, por supuesto en dependencias especiales,  y luego  tercer grado, etc, etc.  Para los "malos" también puede aplicarse  al revés, como en la llamada "doctrina Parot", descalificada internacionalmente.

Todo lo anterior lo he visto una y otra vez. En el caso Noos hay que añadir que el Ministerio fiscal, la fiscalía anticorrupción, la agencia tributaria ejercen el papel inusitado de defensores. Si en España existiera la jurisprudencia, los argumentos que se usan para eximir de responsabilidad a la infanta crearían un verdadero oasis para condenar a unos y eximir a otros. La mitad de los dueños de empresas fraudulentas se excusarían en el "yo no sabía" o "confiaba en él". Me pregunto si en eso la legislación concede un tratamiento diferencial a las mujeres, pese a tener titulación universitaria y ejercer tareas de responsabilidad.  Basta tener un poco de sentido común para ver que es un absurdo.

En fín, como dije antes, el final de la película ya me lo sé. En alguna de esas fases la infanta quedará fuera. Seguramente mas pronto que tarde.  No hay que ser un lince para llegar a eso. Pero yo voy mas allá. No me creo que los nietos del rey vayan a visitar a su padre a la carcel. Si yo fuera Diego Torres estaría tranquilo porque seguramente entraría en el paquete. De momento su mujer se ha subido al carro de la exoneración. Cantaría mucho que no fuera así, aunque sin duda el ministerio fiscal no la hubiera defendido si no fuera tan realmente bien acompañada.

Esa es mi visión lúgubre de la justicia en España. Me pregunto si hay alguien que se dedica profesionalmente a la administración de justicia, como juez, abogado, fiscal, etc,  que cree sinceramente que me equivoco en mi diagnóstico. Me encantaría que me convenciera. Me acuerdo de la frase de Tom Hanks en la la película Filadelfia en la que le preguntaban si le gustaba ser abogado. El contestaba: "Si, porque a veces, pocas veces, puedes contribuir a que se haga justicia". Yo añadiría. Si claro, cuando el procesado no es lo suficientemente poderoso. Y además, tiene tanto glamour como ser actor, porque tienes tu papel en la pantomima.


 












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